LOS TESOROS ESCONDIDOS DE LA RIOJA ALTA
La Sonsierra siempre se ha conocido por ser un enclave privilegiado para la viticultura, el corazón de La Rioja Alta donde nuestros ancestros ya elaboraban vino hace más de dos mil años. Además de albergar algunos de los mejores viñedos de Tempranillo, a esta “Comarca Natural” que abarca desde la Sierra Cantabria o Toloño hasta el río Ebro por el sur, siempre se le ha conocido por los vestigios rupestres que antiguas civilizaciones dejaron como testigos de su paso por esta tierra y de su amor por el vino. Hace unos días, cogí mi cámara de fotos, algo para almorzar y la bota de vino, y me fui hasta allí para volver a visitar algunos de estos tesoros. El orgullo del enoturismo de la D.O. Rioja.
La primera parada que hice fue en Santa María de la Piscina, un conjunto arqueológico donde se encuentra la ermita románica de Santa María de la Piscina, la necrópolis esculpida en piedra que se sitúa a sus pies, además de un poblado con viviendas semirrupestres y algunos rastros de fortificaciones o atalayas. Esta ermita es la más completa que podemos encontrar en La Rioja. Erigida a mitad del siglo XII, estuvo conviviendo con la necrópolis en su mayor época de esplendor.
La imponente necrópolis que se encuentra tras la ermita cuenta con más de 50 tumbas esculpidas en roca en diferentes épocas, que van del siglo X al XIV. Entre todas estas tumbas se encuentra una piscina circular que pudo ser utilizada como piscina bautismal. En estas inmediaciones se “esconden” también, entre un mar de viñedos, otras muchas necrópolis, como las de San Andrés, el Bardallo o Artajona, además de incontables lagares rupestres donde exprimían el mosto con el que elaboraban el vino.
Desde allí, dando un paseo a pie llegué hasta el dolmen de la Cascaja, construido hace más de 6.000 años. Descubierto en 1954, durante su excavación se recogieron restos de más de 30 personas, restos óseos de animales, fragmentos de cerámica y puntas de flecha. Aunque por fuera no parece gran cosa, se puede acceder a su interior, con bastante dificultad, por un angosto pasillo que desemboca en una galería mucho más amplia.
Muy cerquita del Dolmen de la Cascaja se encuentra el Conjunto de Zabala, una antigua bodega de elaboración de vino, que literalmente está excavada en la roca. En la foto podemos ver la base rectangular donde se depositaba la uva y se colocaba la prensa que la exprimía hasta conseguir el mosto. Después, éste transcurría por un canalillo hasta un segundo depósito más pequeño y profundo conocido como “torco”. En la roca también podemos ver las marcas donde se apoyaban las vigas verticales y transversal para hacer funcionar la pesaba prensa.
Llega la hora de almorzar y como en esta época del año el viñedo está especialmente bonito me dirijo a uno de los viñedos que más me gustan de esta zona: La Rad. Aquí se encuentra el Guardaviñas de La Rad, una especie de chozo muy característico de esta región (en los alrededores de San Vicente de la Sonsierra hay más de una quincena) que se levantaban para dar cobijo al agricultor ante las inclemencias meteorológicas y protegerlo durante sus momentos de descanso. También servía como almacén para las herramientas del campo y de los alimentos para la jornada. Aunque hay constancia documental de que ya en el siglo XVI se construían guardaviñas, la mayoría de los que se conservan hoy en día son del siglo XIX. Este en concreto, cuenta también con un murete que hacía de corral para las caballerizas.
Y hasta aquí llega la excursión. Una experiencia que me gusta repetir todos los años por esta época del año para seguir descubriendo nuevos tesoros escondidos, y que recomiendo a todos los amantes de la cultura, la historia y el buen vino.
¡Salud!